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La anticorrupción: cómo los poderosos reorganizan la corrupción

En este momento hay esperanzas de que se haga justicia y se combata con efectividad la corrupción; dicho en lenguaje coloquial, que no haya otro borrón y cuenta nueva. Sin embargo, vale resaltar algunos puntos molestosos en medio de la algarabía.

Primero: la corrupción no es solo un mal de los políticos. Hay políticos corruptos porque también hay un sistema económico extractivista y corrupto basado en la desigualdad y la concentración de riqueza. El Estado se convierte en la instancia primordial de enriquecimiento donde empresarios, políticos, parte del funcionariado, militares, contratistas, medios, iglesias y otros agentes se apropian de recursos públicos.

Segundo: en la medida que el PLD se afianzó en el poder los beneficiarios de la corrupción aumentaron. De 1986 al 2020, el PRSC gobernó 10 años (1986-1996), el PRD cuatro (2000-2004) y el PLD 20 (1996-2000 y 2004-2020).

Tercero: el PLD siempre gobernó en períodos de crecimiento económico, con muchos recursos disponibles para la acumulación originaria (como llama el marxismo a la corrupción). Así es que, cuando muchos comunicadores dramatizan públicamente la inmensa corrupción peledeísta, saben que no es un mal genético; es que gobernaron mucho tiempo con muchos recursos (Bosch solo gobernó siete meses).

Cuarto: en estos tiempos en que no hay ideología política enfocada en la transformación socioeconómica, porque el mercado reina como legítimo productor y distribuidor de riqueza, la corrupción de los políticos (no la privada) es la que genera indignación. Así, la anticorrupción se convierte en articuladora de la protesta social y del voto contra quienes gobiernan, a veces al punto de mandar al zafacón a toda la clase política, como ha ocurrido en varios países latinoamericanos.

Quinto: una vez la sociedad se agita políticamente y se articula el movimiento anticorrupción, aparece un partido del sistema reciclado que encarna el llamado cambio (caso del PRM ahora), o colapsa el sistema de partidos y aparece una figura carismática-populista que levanta la bandera anticorrupción (el caso de Bolsonaro en Brasil o Bukele en El Salvador).

Sexto: si el tema central que ha articulado el triunfo de un partido o candidato es la anticorrupción, tendrá que llevar a la justicia algunas figuras del antiguo gobierno; si no, corre el riesgo de que se desplome su legitimidad.

Séptimo: ¿cuán extensiva es entonces la justicia? He aquí un dilema. ¿Se procesan los tantos casos conocidos de corrupción del sector público y privado, o se hace justicia selectiva solo contra algunos exfuncionarios?

Octavo: la razón por la cual en la República Dominicana se recurre al borrón y cuenta nueva es porque el sistema ha sido siempre corrupto y relativamente estable. Para que sea menos corrupto habría que producir grandes cambios socioeconómicos que reduzcan las desigualdades y generen mejor nivel de vida en amplios segmentos de la sociedad. Pero, eso engendra inestabilidad política y pone en riesgo el capital.

Noveno: la anticorrupción llevada a expresión política se ha convertido en un mecanismo para obviar las grandes transformaciones socioeconómicas por las que hay que luchar en países del capitalismo rentista y atrasado como la República Dominicana.

Décimo: mientras un amplio segmento de la sociedad se ilusiona con que se hará justicia para devolver al pueblo lo robado, y se entretiene con sometimientos judiciales, los que suben al poder arman nuevos tinglados de corrupción que mantienen encubiertos el mayor tiempo posible.

Al final, cada gobierno termina señalado de corrupto. Ahí están el PRSC, el PRD y el PLD (aliados minoritarios incluidos). Todos con el mismo veredicto: corruptos. Veremos cómo termina el PRM en cuatro, ocho o más años.

 

Artículo publicado en el periódico HOY

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