Más trascendente que “dulce y decoroso es morir por la patria” (aunque se ha impuesto “sálvese quien pueda”), y mucho más que “nuestra patria ha de ser libre de toda potencia extranjera, o se hunde la isla” (aunque desde siempre sólo se oye un impertinente glub glub glub), es la frase que mejor nos define como un país del carajo; frase sin desperdicio de palabras que no permite libre interpretación: “La Constitución es un pedazo de papel” (¡Lástima que a Balaguer no se le ocurriera disponer en ese mismo pedazo de papel que desde entonces figurara al calce de todo documento oficial!).
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